La música es un elemento básico de soporte que debemos tener en cuenta a la hora de programar actividades en Educación Física/Psicomotricidad, dándole el papel que le pertenece; buscando el momento más apropiado para la utilización de la misma.
El poder de la música sobre el comportamiento de los seres vivos es conocido desde los orígenes de la humanidad. El hombre primitivo ante las agresiones de la naturaleza traducía su angustia en un conjunto de sonidos al que llamaba encantamiento.
Este “encantamiento”, es un estupendo recurso para que el niño aprenda a conocer su cuerpo y a utilizar sus posibilidades de movimiento de una forma responsable, ayudándole a adquirir los conocimientos, destrezas, actitudes y hábitos que le permitan mejorar sus condiciones de calidad de vida y salud.
Frente a una propuesta de movimiento, el niño puede responder más o menos motivado, según las pautas que les ofrezcamos, pero si a nuestras sesiones le añadimos una música adecuada, éstas resultan mucho mas atractivas y motivadoras para nuestros alumnos, consiguiendo por tanto el objetivo propuesto.
La mayoría de las veces, la música es utilizada en sesiones de expresión corporal, pero es indiscutible que si a cualquier sesión de las que realizamos diariamente (saltos, giros, desplazamientos….) se le añade un ritmo musical acorde con la misma, la sesión cambia totalmente y por supuesto la respuesta de nuestros alumnos también.